“Solo cuando escribí para el teatro enteramente por casualidad y con la intención de ridicularizarlo, fue cuando me puse a amarlo, a redescubrirlo en mi mismo, a comprenderlo, a estar fascinado con ello: y comprendí lo que yo tenía que hacer. (…) Si, por lo tanto, el valor del teatro residía en la amplificación de los efectos, había que amplificarlos más, subrayarlos, acentuarlos al máximo. Llevar el teatro más allá de esa zona intermedia que no es ni teatro ni literatura es restituirlo a su propio marco, a sus límites naturales. No había que ocultar los artificios sino volverlos todavía más visibles, deliberadamente evidentes, ir hasta el fondo de lo grotesco, de la caricatura, más allá de la pálida ironía de las ingeniosas comedias de salón. Nada de comedias de salón, sino la farsa, la carga paródica extrema. Humor si, pero por medio de lo burlesco. Una comicidad implacable, sin finura, excesiva. Nada de comedias dramáticas, tampoco sino retornar a lo insostenible, llevar todo al paroxismo, allí donde están las fuentes de lo trágico. Hacer un teatro de violencia: violentamente cómico, violentamente dramático.
Evitar la psicología o más bien darle una dimensión metafísica. El teatro reside en la exageración extrema de los sentimientos, exageración que disloca la chata realidad cotidiana. También dislocación, desarticulación del lenguaje.
Si por otra parte los actores me molestaban porque me parecían demasiado poco naturales es quizás, porque ellos también eran o querían ser demasiado naturales: renunciando a selo, volverán a serlo quizá de otro modo. Es necesario que no tengan miedo de no ser naturales.”

“Si se piensa que el teatro es teatro de la palabra, es difícil admitir que pueda poseer un lenguaje autónomo. (…) Existen otros medios de teatralizar la palabra: llevarla hasta su paroxismo para devolver al teatro su medida, que reside en la desmesura; el verbo mismo debe estar tenso hasta sus últimos límites, en lenguaje debe casi estallar, o destruirse, en su imposibilidad de contener los significados.
Pero no solo está la palabra: el teatro es una historia que se vive, recomenzando con cada representación y es también una historia que se ve vivir. El teatro es tan visual como auditivo.”

EUGENE IONESCO